Hablar de los planteamientos filosóficos de Gabriel Marcel (1889-1973), es adentrarnos en la vida de un intelectual, que tomó como base de su pensamiento sus propias experiencias de vida y se apartó decididamente de las corrientes filosóficas de su época, para defender su visión del ser humano como una persona única e irrepetible. A la vez, que él revaloriza la realidad personal de cada hombre, colocando la esperanza y el amor como la gran respuesta indivisible ante las tribulaciones que nos trae un mundo roto, donde reina el “tener” por encima del “ser” y la desesperanza es el alimento de cada día, que busca matar el sentido de transcendencia humana.
En Marcel es su realidad personal la que daría pie a sus planteamientos ontológicos. Recordemos que con cuatro años de edad, él conoció el dolor y la soledad que deja la muerte de un ser amado con el fallecimiento de su madre. Y además, en su edad adulta, le tocó vivir las dos Guerras Mundiales. Aunque él no estuvo en el campo de batalla en ninguna de ellas, como voluntario de la Cruz Roja en la Primera Guerra Mundial fue testigo del dolor, la angustia y de la muerte del ser humano. Luego en la Segunda Guerra Mundial, como ciudadano francés vivió bajo los rigores de una Francia ocupada por los nazis, situación donde presenció dos caras opuestas de la condición humana como son la fragilidad y desesperanza. Y por otro lado, la condición despiadada e indolente de ese hombre que en su afán por “tener” da muerte a sus semejantes, provoca el caos y la desesperanza en el más débil.
Sus vivencias en ambos conflictos bélicos le marcaron enormemente, y le colocan ante el recuerdo imborrable de la muerte de su madre. Resurge en él aquella pregunta de su infancia, que le acompañaría toda su existencia: “¿Qué pasa con los muertos?” Interrogante a la que él decide dedicar su vida para buscar una respuesta ontológica a la realidad inexorable del fin de la vida terrenal. De esa profunda interrogante a tan corta edad, Marcel recordó el día que a con 7 años preguntó a su tía: “¿qué pasa con los muertos? Ella le respondió simplemente «no sé». El niño se dijo: «yo mismo encontraré la respuesta». Aquí empezó la vocación metafísica de Marcel. Por ello el tema de la muerte es frecuente en su filosofía”. (Citado por Sanabria, 1997)
Y es en la búsqueda de respuesta a su interrogante, que Marcel se aparta del idealismo o de los existencialistas tradicionales de la Europa de postguerra como Camus o Sartre; para mostrar nuevas luces con las cuales, él sienta las bases de la corriente del Personalismo, donde su profundo sentido de la ética, la fe en Dios, en el don de la gracia, el amor y la esperanza, son las respuestas que él ofrece al hombre contemporáneo que está atrapado en un mundo roto, que le quiere negar la trascendencia de su ser. Así como callar su consciencia.
Los datos biográficos de cada individuo no son superfluos para Marcel. Pues, él definió su filosofía como una “experiencia convertida en pensamiento”. (Tal como citó Tilliette, 2005).
Se sabe que inicialmente Marcel era de la corriente del idealismo filosófico, pero luego comenzó a dudar de la misma, hasta que abiertamente la rechazó y dio un giro de 180 grados a su reflexión filosófica, volcándose a la existencia personal. En tal sentido, Marcel afirmaría: «Mi búsqueda se orienta explícitamente hacia el reconocimiento por decir así, de lo individual, en oposición a todo idealismo impersonal e inmanentista». (Como citó Sanabria, 1997).
En el pensamiento marceliano encontramos que para este autor, la filosofía es un indagar o excavar dentro de una situación humana, para encontrar dentro de esa excavación las fuentes subterráneas que alimentan esa experiencia humana desde lo más profundo. Para Marcel, su filosofar es comprometerse con la vida, con la existencia misma del ser humano. En tal sentido, Sanabría (1997) afirma:
Y como para alejar toda duda que todavía tenga resabios idealistas Marcel insiste en que el punto de partida del filosofar concreto no puede ser el cogito cartesiano, sino el sum en el que consiste todo yo, pues el cogito prescinde de la existencia de las cosas y de las personas y se convierte en una conciencia desencarnada, sin densidad ontológica, desligada de la realidad (p. 148).
Pero, podríamos preguntarnos: ¿Qué pasa, cuándo el mundo parece negar nuestra propia vida espiritual, quiere reducirnos a seres funcionales y nos golpea hasta el punto de infundir en nosotros el caos y la desesperanza? A esto llama Marcel, vivir en un mundo roto que niega la trascendencia del absoluto y busca callar a toda costa la voz de la consciencia humana y es aquí donde él ofrece su respuesta o propuesta de vida, teniendo a la fe, el amor y la esperanza como banderas de sus postulados filosóficos.
Ante un mundo roto y con desesperanza, el pensamiento marceliano hace una clara distinción entre el SER (Étre) y el TENER (Avoir), señalando que cuando el ser humano da prioridad al tener sobre el ser, se manifiesta la decadencia de la cultura contemporánea. El hombre es cosificado, se convierte en un objeto de sí mismo, y pierde su capacidad de conectarse con el misterio que envuelve su existencia y nulifica su ser. Marcel destaca que el “ser” (étre), está por encima del tener (avoir). Por eso, él advierte desde el siglo XX sobre los riesgos de vivir en el “tener” que da prioridad a los objetos exteriores al ser humano, las cosas que nosotros poseemos, nos son de utilidad, pero no podemos decir que estas cosas seamos nosotros.
Vivir en el mundo del “tener” causa inestabilidad entre el deseo y el temor. Porque nosotros como seres humanos, deseamos lo que no tenemos hasta conseguirlo. Pero luego puede venir el miedo de perder lo conseguido. Marcel, entonces explica que la persona que se mueve en el mundo del “ser” (étre), no cae en esta trampa del miedo y el deseo, porque vive desde el desprendimiento de sí misma, y esta persona hará que el objeto poseído se incorpore a su ser. Para lograr esto, la persona hará su proceso teniendo como base la creación y el amor.
Para Marcel el amor es el fundamento de la esperanza, y dice: «Y si esperanza y amor van unidos quiere decir que amar a una persona es, por una parte, esperar en ella, y, por otra, darle los medios para responder a la esperanza (…) La esperanza es creadora y da al hombre su ser” (como citó Sanabria, 1997).
De su contraparte, la desesperanza Marcel indica que ella es el fondo que debe tocar el hombre cuando vive perdido en el mundo del tener (avoir), para poder alcanzar la esperanza. «Las condiciones de posibilidad de la esperanza coinciden rigurosamente con aquellas de la desesperanza» (tal como lo citó O’Callaghan, 1989). Nuestro pensador a su vez, indica que la esperanza humana y divina, se unen entre ellas, y esto es una forma de indicarnos que para él la esperanza es siempre “Gracia” pues como Marcel diría y (O’Callaghan, 1989) cita: «la esperanza no es posible excepto donde hay lugar para el milagro”.
Referencias Bibliográficas:
García, J. J. (2008). Amor, muerte y esperanza: reflexiones desde Gabriel Marcel. Vida y Ética, 9 (2) 255 – 260 pp. Disponible en: https://bit.ly/2Mj1mUG
Kaufmann Salinas, Sebastián. (2013). La metafísica de la existencia humana de Gabriel Marcel. Veritas, (28), 65-84. Recuperado de https://scielo.conicyt.cl/pdf/veritas/n28/art03.pdf
O’Callaghan, P. (1989) La metafísica de la esperanza y del deseo en Gabriel Marcel. Anuario Filosófico, (22), 55-92 Recuperado en: https://bit.ly/33godqR
Sanabria, J.R. (1997). Gabriel Marcel, filósofo de la interioridad, del amor y del absoluto. Espíritu, 46, (116), 143-158. Recuperado en: https://bit.ly/2M1ZVeB
Tilliette, X. (2005). La filosofía itinerante de Gabriel Marcel. Anuario Filosófico, 38 (2), 495-518 pp. Recuperado de file:///C:/Users/usuario1/Downloads/29331-90596-1-PB.pdf